Cuando mi hijo aprendió a dejar el pañal, pasé muchas horas frente a él en el váter. Cada vez, sin excepción, me pidió una cosa:

que le contara una historia.

No sé si me lo pedía por sentirse acompañado, por intentar olvidar la tarea a la que se enfrentaba o por querer animar ese momento tan aburrido. 

En esa nueva rutina, yo tenía que convencerle como fuera de que el orinal era un lugar maravilloso sobre el que descansar el culo un rato. Y me enfrenté al difícil reto de engatusarle con historias de todo tipo. Al principio, sencillas. Cualquier cosa que me hubiese ocurrido durante el día valía para despertar su atención.

Poco a poco se fueron complicando (me tocó sacar de la chistera historias de conocidos y familiares porque las mías ya no daban para tanto).

Al final, acabé inventando cuentos cargados de fantasía con dosis extra de imaginación.

Llegó un punto en el que me vi haciendo malabares para que Pocoyó, Goku, su tío Alber y un grupo de pingüinos del Loro Parque coprotagonizaran la misma historia. Era “El más difícil todavía”.

Pero, ¿sabes qué? 

Las historias funcionaban.

Un día tras otro, mi hijo posaba su culito sobre el orinal y abría los ojos, atento a una nueva sesión de historias. Realmente las disfrutaba.

Y yo, motivada por el reto que suponía, me lo pasaba como una enana dándole forma a cualquier idea loca que se me pasara por la cabeza.

Un día, frente al orinal, me di cuenta de que yo también lo disfrutaba porque, por muy difícil que me parecieran sus retos de niño sin límites, no estaba haciendo nada diferente a lo que aplico cada día en mi trabajo. Lo que llevo más de diez años haciendo con mis clientes:

Crear historias.

A veces sobre pingüinos, otras sobre la eficacia del blanqueamiento dental o la limpieza por ultrasonidos de instrumentos musicales. Da igual. El contexto es diferente, pero mi forma de trabajar es la misma y tengo el mismo objetivo: conectar con las personas.

Me di cuenta de que no habría aventura de pingüinos que se me resistiera porque muy dentro de mí tenía interiorizadas las claves para contar una buena historia, para comunicar y conectar a través del storytelling.

El poder de la comunicación.

El mismo que uso con decenas de clientes.

El poder que logró que mi hijo aprendiera a ir al váter.

El que hará que tus clientes vayan a ti.

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Soy licenciada en Periodismo e Historia y Ciencias de la Música, con un Máster en Música por la Universidad Politécnica de Valencia.

Desde hace más de diez años he compaginado mis dos pasiones, la escritura y el arte, hasta llegar a especializarme, casi sin darme cuenta, en comunicación cultural.

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